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La Guía y el Scout es Leal

La Guía y el Scout es Leal

octubre 11, 20112033Views

La segunda ley Guía y Scout es bastante difícil de comprender y mucho más difícil de practicar.

Aunque habla de la lealtad a la Patria, a los padres, a los jefes, y a los subordinados, la consideramos en general porque en realidad debemos ser leales hacia todo el mundo.

 ¿Qué quiere decir “lealtad?” Según el diccionario de Oxford, lealtad es: «cumplir las obligaciones del deber». Y define el deber como «aquello que uno tiene la obligación de hacer».

¿Por qué «debe uno», hacer una cosa? Pues porque estima que está bien que se haga.

En seguida tropezamos con los problemas. ¿Es cierto siempre que debo obedecer primero a mis padres que a la Tropa? ¿Cuál será el criterio a seguir?

¿Es cierto siempre que debo proteger a mis amigos? (Ya esto lo consideramos en la primera ley) ¿Es cierto que siempre un hombre debe pelear por su patria?

El problema con la segunda ley es que aquellos que no aspiran a lo más alto, a veces hacen una cosa como buena sin saber que está mal. ¿Por qué? Dijimos que la lealtad significa hacer una cosa que creemos que es buena. Pero creer, implica, pensar y mucha gente ni siquiera piensa por sí mismo ni trata de pensar. El resultado es que no están capacitados para saber si una cosa está bien o mal. Hacen por lo tanto el mal sin comprender que es el mal o hacen el bien pero por razones malas. El poeta T. S. Eliot en su poema «Asesinato en la catedral», hace exclamar al Arzobispo sobre esa misma idea:

«La última tentación es la mayor traición, hacer algo bueno por una mala razón».

 

La lealtad significa hacer una cosa porque creo que está bien y eso implica pensar. ¿Cómo decido yo si una cosa es buena o no? ¿»Tomándome el trabajo de pensar sobre ella?

Primero, un consejo. Nunca hagan algo «Porque todo el mundo lo hace» no es una razón suficiente en sí mismo. El número de personas que haga cosa, no cambia la naturaleza de la cosa. Si todos los muchachos del, colegio, mienten sobre su edad, por eso la mentira no va a convertirse en verdad. No es el número el que la hace mala, sino la mentira por sí misma.

Por supuesto que debo asegurarme bien si soy la única persona entre muchas que sostengo una opinión, pero que el hecho de ser la única no sea la razón definitiva para tomar una decisión final.

Muy a menudo mi conciencia me dice lo que debo hacer, sé que una cosa esta bien, sé que otra está mal. Si tengo un brazo inmóvil por mucho tiempo, se me inutilizará, lo mismo le pasará a mi conciencia si la desobedezco y no hago lo que me indica. Con el tiempo se volverá inútil. Mi conciencia, lo mismo que mi brazo, son para usarlos y para usarlos correctamente.

¿Qué hacer con los problemas difíciles sobre los que no sé decidirme? ¿Qué hacer para estar en lo cierto? Una respuesta es preguntar a aquellas personas en que puedo tener confianza y que son aptas para darme consejo sobre esos particulares. Muchos de esos consejos me serán fáciles de seguir porque creo en la persona que me los ha dado. Verán ustedes que las personas que dan buenos consejos siempre tienen buenas razones para ellos y no tratarán de forzarles, sino que los dejarán decidir libremente.

Si los consejos de diferentes personas, difieren entre sí, cómo sabré lo que está bien? Muchas veces no es fácil saberlo, pero recordemos que Dios nos pide que tratemos lo mejor posible de saber lo que está bien. Si seguimos esto, no nos echará en cara         que tomemos una decisión equivocada pues de hecho, para nosotros no será malo.

Ese caso se presenta cuando peleamos por nuestra patria. Si un hombre piensa que en toda circunstancia es malo matar, si no ha perdido ninguna oportunidad de aconsejarse sobre el particular, reforzando con ello su criterio, está bien que decida no pelear. En cambio, otro hombre que odia matar tanto como el primero, puede decidir que está bien hacerlo para defender la patria, y la decisión de pelear será buena en su caso.

Temo que todo esto sea difícil. Terminaremos con algunos consejos:

 

1. No seguir la opinión general sino aprender a pensar y a pensar bien, por nosotros mismos.

2. No ser orgullosos para pedir consejos a otros y recordar que las personas mayores casi siempre tienen más experiencia que las jóvenes.

3. Si otra persona, después de hacer esfuerzos para encontrar lo cierto, tiene puntos de vista contrarios a los nuestros, no condenarla. Admirar su sinceridad y esperar que él admire la nuestra, estando de acuerdo en admitir que difieren en sus puntos de vista. (Esto es importantísimo en materia de religión).

4. Orar. Pero no esperar una respuesta inmediata como si fuera contestación a una carta. Muy a menudo tenemos que rezar por una cosa durante mucho tiempo antes de que veamos cómo poco a poco se nos va iluminando el camino a seguir.

5. Si llegan a una decisión justa, sosténganla, sin angustias ni preocupaciones.

 

Carlos H. Hernández Venegas

Jefe Scout Nacional de Costa Rica

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